En la actualidad, las mujeres retrasan la maternidad por diversas causas, al priorizar el cumplir sus objetivos personales, profesionales o sociales. Sin embargo, la edad es el factor más importante que determina las posibilidades de conseguir un embarazo tanto de manera espontánea como en tratamientos de reproducción asistida. 

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Las mujeres nacen con una dotación finita de óvulos, lo que llamamos reserva ovárica. A partir de los 30 años, la reserva ovárica y secundariamente, la fertilidad de la mujer comienza a decaer, un proceso que se acelera aún más en torno a los 35 años. De esta forma, se estima que la posibilidad de conseguir un embarazo de manera espontánea a partir de los 40 años no supera el 5%. 

 

Por otro lado, están las pacientes a quienes se les diagnostica algún tipo de cáncer y que tras someterse a los tratamientos de cirugía, quimio y radioterapia van a encontrarse con problemas de fertilidad derivados del manejo oncológico, ya que estos tratamientos pueden afectar irreversiblemente la reserva ovárica. 

 

Es por eso que la opción de conservar óvulos fértiles a edades jóvenes (antes de los 35 años), permite a las mujeres retrasar la maternidad y contar con sus propios óvulos de buena calidad para aumentar las posibilidades de conseguir un embarazo a edades mayores. Estos óvulos se mantienen congelados o vitrificados de manera indefinida por el tiempo que se desee retrasar la maternidad. 

 

La preservación de la fertilidad es una técnica que consiste en congelar los ovocitos y preservarlos hasta el momento de ser utilizados para ser madre. Esta preservación puede durar años.

 

La fertilidad de una mujer es clave para que haya posibilidades de que se produzca un embarazo, y es aquí donde las técnicas como la de preservación de la fertilidad cobran gran importancia, ya que permiten extraer y conservar los ovocitos cuando la mujer está desde el punto de vista de la fertilidad, en su mejor momento.